lunes, 9 de febrero de 2009

La provincia de Chiclayo en el siglo XVIII


Por: José Gómez Cumpa
Director Escuela Profesional de Sociología
UNPRG - Lambayeque, Perú

La provincia de Chiclayo es un espacio social que tiene una larga historia. Vale la pena recordarla, ya que su configuración actual es resultado de todo un proceso de larga duración. Este proceso viene desde la antigua ocupación prehispánica, con su propia racionalidad, pasando por la ocupación colonial. Sería iluso pensar que se puede planificar el futuro con sólo la información de nuestra realidad actual. Por ello consideramos también importante, junto con los diagnósticos y talleres que venimos ejecutando a lo largo de nuestra provincia, analizar qué sucedió en la historia , como inquiriría Gordon Childe.
Un hito importante en el pensamiento moderno sobre nuestra configuración del espacio es la célebre Visita del obispo de Trujillo Baltazar Jaime Martínez Compañón (cuyo retrato vemos al costado), realizada en el segundo tercio del siglo XVIII a t
odo el norte peruano, entonces jurisdicción del Obispado de Trujillo (incluía además de Lambayeque, los actuales departamentos de Tumbes, Piura, Cajamarca, Amazonas y San Martín).


El documento de la visita se conserva en el Archivo Episcopal de Chiclayo (las visitas coloniales, en este caso eclesiástica, tenían por objeto comprobar la actuación de ciertos funcionarios, eran actos administrativos de diagnóstico que se hacían en las sedes mismas de las instituciones, en este caso, en el ámbito de todo el obispado de Trujillo: todo el norte del Perú). Nuestro reconocimiento póstumo al R.P. Ramiro Fernández (ya fallecido), quien siendo Vicario de la Diócesis, permitió nuestro acceso a ese valioso repositorio documental e hizo posible este trabajo.

El testimonio de la visita de Baltazar Jaime Martínez Compañón, Obispo de Trujillo, a Chiclayo se halla en el Libro de Partidas de Bautismos de Indios del Pueblo de Chiclayo. El libro empieza a correr desde el 1ero de Enero de 1783 y es el más antiguo que se conserva en el Archivo de la Diócesis. La visita se halla entre los folios 15v y 37 del referido libro, haciendo un total de 21 folios escritos con la menuda letra del secretario del Obispo Martínez Compañón. Don Pedro de Echevarria. Este documento está formado por 58 capítulos o disposiciones de carácter eclesiástico, administrativo y moral resultado, de la evoluación hecha por el Obispo sobre el estado de la Parroquia. En los últimos folios hay algunas otras disposiciones de tipo ritual, vinculadas con la catequización de la población de Chiclayo, e incluso en relación con la vivienda, que implicaban aspectos urbanísticos. Uno de los propósitos de la visita era evaluar el estado de altares, ornamentos, vasos y vestiduras sagradas, así como todo lo concerniente a la situación interior y exterior de dicha iglesia. Pero sobre todo lo que respecta "al estado actual de las costumbres de dicho pueblo en todos sus respectos”.


Chiclayo y la provincia de Saña a fines del siglo XVIII

Saña o Lambayeque era el nombre que tenía el territorio que hoy llamamos departamento de Lambayeque, en el siglo XVIII. En ese entonces el modesto pueblo indígena de Chiclayo no era el más importante a nivel de la provincia de Saña, la que abarcaba desde San Pedro de Lloc, en el valle de Jequetepeque, hasta Jayanca al norte del valle de la Leche. En el mapa de la provicnia de Saña, elaborado por el equipo de la Visita de Martínez Compañón, vemos la imagen que se tenía del ordenamiento espacial en ese entonces. Primer rasgo: la orientación al océano, dada la naturaleza mercantil del sistema colonial; se destacan los puertos: la caleta de Lambayeque (luego llamada en el siglo XIX San José), el Puerto Nuevo (ahora denominado Pimentel), el denominado Puerto de Santa Rosa, y finalmente Pacasmayo, y más al sur, Malabrigo, ya en el valle de Chicama. No existía el puerto de Eten, recién creado a fines del siglo XIX en la época de la expansión portuaria y ferroviaria asociada al auge del azúcar y el comercio exterior que representó también el ascenso de la ciudad de Chiclayo como eje comercial y político.

Otra característica que se observa en este mapa de la provincia de Saña o Lambayeque: la existencia de una villa española, Saña, articulando los otros dos elementos de la configuración espacial: varios pequeños pueblos o reducciones indígenas, y las haciendas y estancias que alternaban el paisaje de este desierto atravesado por los cuatro ríos que configuraban el gran complejo hidrológico de Lambayeque: La Leche, Lambayeque, Saña y Jequetepeque.
Con 6,181 habitantes de diferentes castas, el pueblo de Chiclayo ocupaba el segundo lugar en población después de la enorme ciudad de Lambayeque, la que con sus cuatro ramadas o parroquias de Santa Lucia, San Pedro, Santa Catalina y San Roque totalizaba una población de 12,024 habitantes.

Como se ve en el cuadro adjunto, elaborado con los datos recogidos por el Obispo Baltazar Jaime Martínez de Compañón en su visita realizada en 1784, el pueblo de Chiclayo se diferenciaba notablemente de la decadente ciudad de Saña que de su antigua opulencia del siglo XVI, se había visto reducida a solo 582 pobladores (ver arriba el plano de la villa de Saña). El único pueblo de la provincia de Saña con una población cercana, aunque menor, era Ferreñafe, con 4,438 pobladores.
A pesar de la diferencia de volumen se nota una composición étnica semejante en los pueblos de Chiclayo, Lambayeque y Ferreñafe; una amplia predominancia de la población indígena y en segundo lugar, de mixtos (o mestizos), y pardos. En Chiclayo no se observa presencia de población negra, sino de los llamados “pardos” (eufemismo por mulatos).

Por el contrario en Lambayeque la población negra esclava era muy significativa, lo que se explica por la importancia social y económica de este pueblo, como centro local del poder colonial, y residencia de los poderes más importantes (ver adjunto el plano del pueblo de Lambayeque). Ello a pesar de su origen como pueblo indígena, por una serie de avatares que tuvieron como consecuncia la ruina de Saña por sucesivas inundaciones que destruyeron este centro del poder colonial en esta provincia.

Es interesante notar como Saña quedó reducida a sólo 582 habitantes, principalmente mulatos, sin población indígena y con una reducida cantidad de población española. El visitador Juan Ignacio Gorrichátegui nos da una visión deprimente de este pueblo cuando lo visita en 1777, unos años antes, halló a la antaño próspera Saña con una pobreza grande y casi increíble a lo que exteriormente se videnciaba por su arquitectura, muy de ciudad española y sede regional del estado colonial.

El pueblo de Chiclayo, mientras tanto, contrastaba fuertemente con la decadente Saña. Sus tres parcialidades de Sinto, Cilloque y Forasteros, las que conformaban el común de Indios de Chiclayo, gozaban del usufructo de extensas áreas comunales alrededor del pueblo de Chiclayo, con acceso al riego de las acequias del río Lambayeque. Mientras en Lambayeque existía un volumen mayor de población española (lo que se expresaba en un Colegio y Seminario edificado desde 1731, ver plano adjunto), así como de mestizos y mulatos, el pueblo de Chiclayo tenía una clara hegemonia de población indígena. Durante la visita de Obispo Martínez Compañón los procuradores de las parcialidades de Chiclayo eran: por Sinto, Bernabe Bonifacio, por Collique era José Limo y por los forasteros Bernardo Tinsec. Los pueblos de Picci y San Miguel eran anexos a la Doctrina de Chiclayo y tenían por personeros a Juan Mio y Pasqual Ñangos.
Baltazar Jaime Martínez Compañón en Chiclayo

El ilustrado religioso Martínez Compañón electo Obispo de Trujillo el 25 de Febrero de 1778, tomó posesión de su cargo el 13 de Mayo de 1779, después de ser consagrado en el cargo por el Arzobispo de Lima el 25 de marzo, en su casa de Miraflores (Lima). Conociendo la gran necesidad que había de visitar su Diócesis Martínez Compañón dio inicio a esta tarea el 09 de Abril de 1780, iniciándola por la Iglesia Catedral de Trujillo. Hasta febrero de 1781 termina de visitar las parroquias y el Seminario de la Ciudad de Trujilo, iniciándose la visita eclesiástica de los curatos de su jurisdicción. A mediados de 1782 se hallaba en Cajamarca de donde pasó a Moyobamba, por la ruta de Chachapoyas, a la que también visitó; recorre así las lejanas provincias de los Motilones, Lamas, Chillaos y Jaén de Bracamoros, hacia el Norte, llegando a Huancabamba en febrero de 1783.
Continúa por Piura llegando por último a la ciudad de Lambayeque, a los pueblos de Chiclayo, Ferreñafe y parroquias vecinas.
Llega así el ilustre prelado el 7 de Junio de 1784, tal como se registra en el auto de la Visita que se conserva en el Archivo Episcopal de Chiclayo.

El pueblo de Chiclayo en la época del Obispo Martínez Compañón

Como consecuencia de esta verdadero y rigurosa inspección de la labor eclesiástica que incluía recojo de información sobre el numero de feligreses, condiciones de vida, usos, costumbres, se toma una serie de disposiciones a ser observadas por el cura propio de la Iglesia, R.P.Fray Antonio de Muchotrigo. Éste debía tener en cuenta estas instrucciones -0 “capítulos” en la terminología eclesiástica para el mejor gobierno moral y religioso de su parroquia.
Digamos de paso que Fray Antonio de Muchotrigo quedó libre de todo cargo de visita declarándosele expresamente como "celoso, vigilante y fiel en el cumplimiento de sus obligaciones pastorales". Parte de la visita era la averiguación pública o secreta de las acciones del Cura doctrinero, para controlar su buen desenvolvimiento tanto moral como en todo orden en sus actividades públicas y privadas.

A través de la lectura de los "capítulos" podemos vislumbrar aspectos importantes de la condición social de Chiclayo en la época de la Visita del Ilustrísimo Monseñor Baltazar Jaime Martínez de Compañón. Algo destacable es el afán modernizados de este ilustrado Obispo, lo que se evidencia en las disposiciones - que se repiten en todos los pueblos que visitó-vinculados con la erección de escuelas de primeras letras, así como en resolver aspectos de la vida cotidiana tales como los de vivienda, dotacion de mujeres casaderas, etc.
En las visitas de Ferreñafe, Lambayeque y demás pueblos el tono de las recomendaciones es similar: La Iglesia asume su papel de ordenador de la vida social a través del arreglo de disposiciones morales y en el plano educativo.
Entre las disposiciones de interés urbano en esta visita, el Obispo Martínez de Compañón, encarga en el primer capitulo que el cura de Chiclayo procure que los padres de familia ejecuten la propuesta que les hiciera el mismo Obispo de construir dos alcobas, “…la una para dormitorio de sus hijos varones, y la otra de sus hijas de 4 años en adelante afín de que desde dicha edad duerman separados de sus padres y los unos de los otros entre si como pide la honestidad y el decoro”. Lo cual evidencia cierta precariedad en las viviendas indígenas en la época, de la cual no tenemos mayores detalles.
Otra medida de contenido social que Martínez de Compañón incluye en otro capitulo, y para cuyo cumplimiento comprometió a los indios del común de las tres parcialidades es la de aportar anualmente con cuatro y medio resales por intermedio de los curas para el pago del maestro de las primeras letras así como “para las dos casas de educación de cholos y cholas” que se construirían en Trujillo por iniciativa de nuestro Ilustrado Obispo. Del mismo fondo saldrían recursos para dotar a las “cholas solteras de Chiclayo” y para el sorteo de algunos bueyes entre los casados y viudos del pueblo. De acuerdo a las costumbres de la época la novia casadera debía aportar al matrimonio una dote, cuya carencia por pobreza dificultaba o imposibilitaba en el matrimonio, importante institución mas aun en aquella época en que la Iglesia sancionaba la convivencia, promoviendo el matrimonio.
En el archivo arzobispal de Trujillo existen muchos expedientes del siglo XVII y XVIII en que se procesan por el Tribunal eclesiástico a parejas que convivían sin haberse casado, resultando generalmente expulsadas fuera de la parroquia y prohibiendo su retorno, so pena de graves sanciones. De este modo las dotes de las “solteras” contribuían a resolver un problema en que incurrían, a veces involuntariamente, familias indígenas.

El sorteo de bueyes adquiridos por fondo común, permitía que algunos agricultores indígenas sin mayores recursos adquieran bueyes para labores agrícolas.
En fin, el interés de la visita de Martínez de Compañon es múltiple: No nos extendemos por ejemplo en el interés demográfico de sus capítulos. Pero uno de los aspectos evidentes en toda la visita es su impulso del ordenamiento urbano, uno de los resultados más interesantes de esta visita, pródiga en creación de pueblos y escuelas.
Nota: Las imágenes de este artículo son acuarelas incluidas en Trujillo del Peru, 8 tomos de acuarelas mandadas hacer por el obispo de Trujillo Martínez Compañon, se encuentran en la colección Manuscritos de América en las colecciones reales, publicadas hace unos años (Compañón, Baltasar Jaime Trujillo del Perú; Documentos de ..., relativos a su obispado y visita pastoral al mismo. Agencia Española de Cooperación Internacional Ediciones de Cultura Hispánica, 1985 – 1998, 8 tomos y 2 apéndices) y recientemente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (http://www.cervantesvirtual.com/)

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